
Hace semanas que lo propuse y ya va siendo hora de cumplirlo. Hora de presentar a los personajes como se merecen. Comenzaremos por el marido de Laura Morrigan, Álvaro.
Álvaro es un hombre que se dedica a existir sin esperar nada grato de la vida más que evitar dolores de cabeza. No es que las cosas le gusten tal y como van, pero a fin de cuentas piensa que es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer. Y aunque se dé cuenta de que no vive como le gustaría, no va a hacer absolutamente nada por cambiarlo.
A pesar de que el hastío es su gran defecto, Álvaro quiere a Laura. De todos modos, comienza a pensar que su mujer no le ama porque es un empresario desastroso y eso le hace dudar de su propio amor. Está llevando la empresa del difunto padre de Laura a la quiebra y no sabe hacer otra cosa que quejarse para solventar el problema lo que, desde luego, no va a solucionar nada.
No es dado a los vicios. Está tan poco acostumbrado a beber que, cuando lo hace, se emborracha enseguida.
Cuando Álvaro se enfada, lo más probable es que se acabe marchando de donde esté, dando la espalda a sus problemas. En muy contadas ocasiones, desata su rabia interior gritando, tirando cosas e incluso enfrentándose al origen de sus quebraderos de cabeza. Pero no es lo habitual.
A pesar de todo, es un hombre fiel y noble, aunque tiene que aclarar sus sentimientos.
¿Será víctima del delirio?
Álvaro es un hombre que se dedica a existir sin esperar nada grato de la vida más que evitar dolores de cabeza. No es que las cosas le gusten tal y como van, pero a fin de cuentas piensa que es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer. Y aunque se dé cuenta de que no vive como le gustaría, no va a hacer absolutamente nada por cambiarlo.
A pesar de que el hastío es su gran defecto, Álvaro quiere a Laura. De todos modos, comienza a pensar que su mujer no le ama porque es un empresario desastroso y eso le hace dudar de su propio amor. Está llevando la empresa del difunto padre de Laura a la quiebra y no sabe hacer otra cosa que quejarse para solventar el problema lo que, desde luego, no va a solucionar nada.
No es dado a los vicios. Está tan poco acostumbrado a beber que, cuando lo hace, se emborracha enseguida.
Cuando Álvaro se enfada, lo más probable es que se acabe marchando de donde esté, dando la espalda a sus problemas. En muy contadas ocasiones, desata su rabia interior gritando, tirando cosas e incluso enfrentándose al origen de sus quebraderos de cabeza. Pero no es lo habitual.
A pesar de todo, es un hombre fiel y noble, aunque tiene que aclarar sus sentimientos.
¿Será víctima del delirio?

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